EL PRESENTIMIENTO ANUNCIADO
Del carro que se estaciona a unos metros de la casa de la familia Rosales se bajan Ramón Ruíz Alonso, Juan Luis Trescastro Medina, quien pudo haber tenido lazos familiares con Lorca ya que estaba casado con una prima lejana de éste, Luis García Alix, Sánchez Rubio y Antonio Godoy, el Jorobeta. Tocan a la puerta. Doña Esperanza Camacho de Rosales se asoma.
-Tengo orden de detener a
Federico García Lorca, que ustedes tienen escondido aquí-sentencia Ruíz Alonso.
El poeta, que está en su
habitación, baja las escaleras.
-Esto es un error….un abominable
error-
-Vamos-responde Alonso.
El automóvil se aleja del número
uno de la calle Angulo. Era el 16 de agosto de 1936, en
la pintoresca ciudad de Granada.
La madrugada del 19 al 20 de ese
mes, sin juicio, sin ninguna acusación comprobada, sería asesinado, junto a dos
banderilleros y un maestro, Federico García Lorca.
LA ESPAÑA DE 1936
La España de 1936, sacudida por
la turbulencia política culminó en preámbulo de la segunda guerra mundial. El
16 de febrero el Frente Popular gana las elecciones por un margen de 703,000
votos en la España Republicana que había nacido en 1931. Las luchas políticas
entre la derecha y los comunistas y anarquistas se tornan sangrientas y el
extremismo-de uno y otro bando-ocasiona un caos político que comienza a
inquietar a los sectores más tradicionalistas y conservadores del país.
LA HISTORIA
En la noche del 12 de julio cuatro falangistas le quitan la vida al teniente de las Guardias de Asalto José Castillo. Al día siguiente los republicanos asesinan al líder derechista José Calvo Sotelo. El ejército, que preparaba la sublevación, acelera sus planes: el 17 de Julio se inicia el levantamiento en el cuartel de Melilla, Marruecos español, luego se extiende hasta Cueta y Tetuán. El 19 rebelión se expande a la península. Era el comienzo de la guerra. En New York llega la noticia el 19 de julio: “España chequea alzamiento del ejército, fuerzas de Marruecos se rebelan; 2 ciudades en África son bombardeadas”. De esta forma encabeza el New York Times la primera noticia de lo que sería un extenso reportaje que se prolongaría a través de la guerra. Al día siguiente, junto a las fotografías de José Giral, José María Robles y el General Queipo de Llano, aparece la del general Francisco Franco, identificado como jefe de la sublevación.
PREMONICIÓN DE LO INEVITABLE
- Antonio se avecina una tormenta...
me marcho a mi casa, estaré fuera de peligro allí
El 16 de julio es el último día
que Lorca pasa en la capital. Le pide a Rafael Martínez Nadal que lo acompañe a
tomar el tren hacia Granada.
-Toma esto, si algo llega a suceder,
destrúyelo todo. Si no, me lo entregas cuando te vuelva a ver-.
Nadal recibe un paquete que
contiene documentos personales de Lorca y se despiden. Federico reconoce, desde
la plataforma, en uno de los carros, a Ramón Ruiz Alonso, el ex-diputado de las
CEDA, al que llaman el “obrero amaestrado”, el hombre que días después
formulara la acusación que lo llevaría a la muerte.
Los historiadores más serios
sobre la muerte del poeta – Gibson, Vila-San Juan y Marcelle Auclair- no llegan
a un punto convergente en hallar causas directas para la acusación de Ruiz
Alonso a García Lorca. Más bien, Lorca se había situado en una posición
peligrosa en lo que era el comienzo de una guerra civil donde el antagonismo de
clases e ideologías traspasó la infrahumanidad. Sus simpatías por la República
y el Frente Popular, sus declaraciones y asociaciones con izquierdistas no lo
favorecerían en los días de la turbulencia. El papel de director artístico de
la compañía de teatro rodante La Barraca, auspiciada por los izquierdistas,
tampoco lo ayudaba a pasar desapercibido en una guerra de tales magnitudes,
donde el odio y el resentimiento, añejados en siglos de represión, se desceñían
incontrolablemente por ambas partes.
Lorca llega a Granada el 17 de
julio. En una entrevista para el periódico El Sol en marzo Federico había
calificado a la clase media de su natal Granada como “la peor en España”. En
cuanto a su posición como español había declarado:
“Soy hermano de todos los
hombres, y execro a la persona que se sacrifica por una idea abstracta,
nacionalista sólo porque ama a su patria con una venda en los ojos.”
Rotundamente, éstas y otras
declaraciones identificaban sus simpatías con la república. Teniendo esto en
cuenta, Lorca, muy lejos de ser un especulador político, calcula mal al tratar
de refugiarse en Granada hasta que pasara “la tormenta”. Es, precisamente en
las áreas rurales, provinciales, donde las revoluciones suelen mostrar sus
ángulos más siniestros.
Federico no carecía de enemigos
en el interior. La Fuente Ovejuna de Lope de Vega, representada por La Barraca,
fue causa de disgusto y resentimiento para la derecha por “la supresión de toda
referencia a Fernando e Isabel”. En Albacete, donde se presentó la obra durante
el verano de 1933, la prensa local atacó fuertemente la obra, estos ataques se
intensificaron por los próximos tres años. Por su fama, por el reconocimiento
internacional que su talento iba labrando, la animosidad y el rencor agudizaban
más en Granada que en Madrid o quizá en cualquier otra ciudad, porque en su
pueblo lo esperaban las venganzas internas, la más tajante reacción hacia su
postura liberal, universalista. Y por estar retirado de la capital tanto más
vulnerable para que se materializara la inquina; tanto más fácil asesinarlo.
El poeta trató de pasar
inadvertido en un sitio donde sería fatalmente señalado.
El 23 de julio los nacionalistas
tenían control total de Granada, habiendo perdido sólo media docena de hombres.
Desde el primer día que toman el poder se realizan fusilamientos en Granada. El
edificio del gobierno civil se convierte en una cámara de torturas donde una de
ellas, “el avión”, cobra una popularidad lúgubre entre sus víctimas. La
acusación de un falangista o de algún ciudadano “de las derechas” se convertía
en ejecución en cuestión de horas. Lorca se refugia en La Huerta de San
Vicente, propiedad de su familia. Allí, entre padres y hermanos, confía estar
seguro. Uno de los días del verano andaluz le pregunta a la niñera de sus
sobrinos:
-¡Qué cosas tiene, señorito!
¡Siempre con esa manía!-
La familia García está
comprensiblemente inquieta. Deliberan, discuten las posibilidades de pasar a
Federico inadvertido en esta ola de terror. Manuel Fernández de Montesinos,
cuñado de Federico y nombrado alcalde de Granada el 10 de julio, se encuentra
detenido en el gobierno civil. Montesinos sería fusilado el 16 de agosto. La
familia está consciente de las relaciones de Federico y el Frente Popular, de
las declaraciones al diario madrileño La Voz. En diciembre de 1935 los
catalanes le habían ofrecido un homenaje. A principios de 1936 había
participado en homenajes a Rafael Alberti, Valle-Inclán y Luis Cernuda. Había
firmado un manifiesto junto a Antonio Machado y otros intelectuales de
izquierda. El documento estaba a favor de la Unión Universal por la Paz y fue
publicado por el diario El Sol. El 1ro. de abril firma otro manifiesto, esta
vez demandando la libertad del revolucionario brasileño Carlos Prestes. El 1ro.
de mayo envía un mensaje a los obreros de España a través del seminario Ayuda,
publicado por la Organización Roja de Ayuda Internacional. En las primeras
semanas de mayo firma otro manifiesto antifascista y el 22 del mismo mes asiste
a un banquete donde los asistentes cantan la Internacional.
La familia tiene suficientes
razones para preocuparse. Los nacionalistas no tienen cabida para la
misericordia ni para consideraciones de índole intelectual. Los comunistas han
establecido la norma.
El 23 de julio el general Queipo
de Llano había dicho en la radio:
“Nuestros valientes legionarios y
regulares han enseñado a los rojos lo que es ser hombres. De paso, también a
las mujeres de los rojos; que, ahora, por fin, han conocido a hombres de
verdad, y no a castrados milicianos”.
EL OCASO DE UN POETA
La situación en la Huerta de San
Vicente se torna peligrosa cuando dos hombres que rondan la casa aparecen más
tarde con un grupo armado buscando a Antonio Perea Ruíz, a quien califican de
“rojo” y acusan de quemar la iglesia del pueblo. No hallando a Antonio echan
mano de su hermano Gabriel, casero de la Huerta. Lo comienzan a interrogar, lo
atan a un árbol y lo golpean salvajemente. Federico protesta y es golpeado en
la cara. Uno de los asaltantes le dice:”…Te conocemos bien, Federico García
Lorca.” Se llevan a Gabriel, quien sería puesto en libertad días después. El
suceso estremece a la familia. Se reúnen. Consideran las alternativas. Hay que
llevarlo a un sitio más seguro. La frase “te conocemos muy bien” los hace
pensar en los poemas contra la Guardia Civil, La Oda al Divino Sacramento del
Altar, que enfureció a Manuel de Falla por no expresar el debido respeto a la
iglesia y encima de eso dedicársela a él. Su amistad con Ruíz Carnero, Alberti,
Fernando de Los Ríos, sus simpatías con la república. Ahora pesa sobre ellos
las declaraciones de Lorca al diario La Voz del 1ro. de abril de 1936, cuando
admitió estar hablando como “un verdadero socialista” o la querella judicial
que tuvo que enfrentar por el Romance a la guardia civil española. Tantean las
opciones. Salta un nombre. Manuel de Falla, respetado, “muy de derechas”,
enojado con Federico. Se descarta. Después de analizar extensamente Lorca
propone: Luis Rosales, el joven poeta granadino, amigo de Federico. En su
familia cinco hombres, entre ellos “camisas viejas” y en conjunto una familia
cuya casa era prácticamente el cuartel de la Falange en Granada. Deciden hablar
con Luis. Responde afirmativamente. Días después está Lorca viviendo en Angulo No.1. Allí estaría seguro. ¿Quién podría hacerle daño en lo que era casi un santuario nacionalista?
Sus días en casa de los Rosales son aparentemente tranquilos. Lorca lee, toca el piano y conversa, pero también piensa y muestra el lado opuesto de su conocida alegría a lo que su amigo Guillermo de la Torre define como “su euforia contagiosa, reflejo del casi permanente estado de trance lírico en que dionisiacamente vivía”. Ciertamente lo hostiga más que una premonición. Días antes, en la Huerta de San Vicente había recibido una carta anónima donde se le injuriaba y amenazaba. Esto, añadido a la intuición del poeta, intuición con que están dotados los que derrochan sensibilidad, lo marcaba en una concepción fatal encerrado en las largas tardes del verano andaluz.
Paradójicamente, Federico le había dicho a
Edgar Neville el 15 de julio: “Me voy a mi pueblo para apartarme de la lucha de
las banderías y las salvajadas.
La tarde del 16 de agosto se acerca un automóvil a la casa de los Rosales. Ninguno de los hombres de la familia se encuentra en casa. Del carro se apean Ramón Ruiz Alonso, el ex-diputado de la CEDA; Juan Trescastro; Luis García Alix; Sánchez Rubio y Antonio Godoy, el Jorobeta. Tocan a la puerta. Doña esperanza se asoma.
-Tengo orden de detener a
Federico García Lorca que ustedes tienen escondido aquí-sentencia Ruiz Alonso.
Doña Esperanza protesta. Los
convence de que no se lleven al poeta hasta que uno de sus hijos esté presente.
Lorca está en su habitación, baja
las escaleras-Esto es un error, un abominable error-exclama.
Federico es trasladado al
edificio del gobierno civil. Al entrar es golpeado con la culata del mosquetón
por un guardia de asalto. La acusación formal proviene de Ruiz Alonso. Se le
acusa de “espía ruso”. La acusación, totalmente ridícula, es sólo el pretexto
para eliminarlo. Miguel Rosales, hermano de Luis, quien acompañó a Federico al
gobierno civil, se alarma. Doña Esperanza había conseguido que no se llevaran a
Lorca hasta que uno de sus hijos estuviera presente. Ya en el edificio del
gobierno civil Miguel Rosales pide que no se le lleve al poeta a los
“interrogatorios”, sabiendo el atroz resultado de estos. Cayendo la tarde los
García Lorca enfrentan la noticia del fusilamiento de Fernández de Montesinos,
Concha, hermana de Federico es ahora viuda de Fernández Montesinos.
Ha sido una tarde siniestra. La
familia Rosales espera a Luis y a José Rosales que llegan del frente.
Indignados ante el arresto de Lorca, se presentan ante el gobernador civil en
la calle Duquesa, van acompañados de otros falangistas.
Al enterarse de la acusación
preguntan quién es Ramón Ruiz Alonso. Alonso contesta e intercambian palabras
en un tono fuerte. José Rosales hace una declaración oficial puntualizando las
formalidades del asunto. José logra hablar con Valdés, quien le explica la
gravedad de las acusaciones: socialista y agente de Moscú. Deja que José hable
con Lorca al que le entrega un cartón de cigarrillos Camel.
-¿Seguro Pepe? ¿Qué quieren
hacerme?-pregunta Federico.
A la mañana siguiente José
Rosales consigue una orden de libertad para Federico García Lorca del Coronel
Antonio Gonzales Espinosa, Gobernador militar. Rosales está convencido de que
en sus manos lleva el papel que salvará la vida del poeta. Ese 17 de agosto,
armado con su documento, José entra seguro al edificio del gobierno civil. Pero
Valdés le comunica que ha llegado tarde, que Lorca ya no está allí.-Ya lo
habrán fusilado.-continúa fríamente el gobernador civil-¡Y ahora vamos a ver
qué hacemos con tu hermano!- José sale convencido de que Lorca está muerto y
más terrible para él es la amenaza de que a Luis, su hermano, le va a suceder
lo mismo por ser el responsable de refugiar a Lorca en su casa.
Valdés de seguro miente. Lorca está vivo. Valdés espera luz verde de Queipo de Llano en Sevilla, porque, aun con los antecedentes de Lorca ante los ojos de los nacionales, es un personaje de mucha importancia para matarlo sin el consentimiento de sus superiores.
Lo cierto es que se habían
llevado al poeta para “La Colonia”, lugar donde pasaban las últimas horas los
que serían asesinados. Es posible que la orden de ejecutar a García Lorca se
haya efectuado la noche del 18 de agosto en una comunicación telefónica entre
Valdés y Queipo de Llano. Según testimonio de Germán Fernández Ramos, miembro
del gobierno civil, quien escuchó de labios de Valdés cómo se desarrolló
aquella conversación, testimonio recogido por Gibson, señala que Valdés
preguntó a Queipo de Llano -¿Qué hago con él? Lo he tenido aquí por dos días-
Queipo de Llano contestó-Dale café, mucho café- Esta era la señal del general
nacionalista para autorizar una ejecución.
La madrugada del 19 de agosto de 1936, sacaron a García Lorca de “La Colonia”.
Los prisioneros que fueron ejecutados los primeros días del triunfo de los rebeldes en Granada cayeron frente al muro del cementerio de la ciudad, fue allí donde fusilaron al cuñado de Lorca, Fernando de Montesinos, tres días antes del asesinato del poeta y el día que éste fue arrestado en Angulo No. 1. A otros le daban paseo, los sacaban en la madrugada de La Colonia, una villa localizada en Víznar, a unas cortas millas de Granada, los llevaban cerca de Fuente Grande, una hermosa fuente al pie de la Sierra de Alfacar, allí nace una línea natural que separa a la vegetación de la roca.
Aquella madrugada del 19 al 20 de agosto de 1936, el viejo Buick que transportaba a los prisioneros llevaba a un poeta, un maestro y a dos banderilleros. Los banderilleros son Francisco Galadí y Joaquín Arcollas , el maestro es Dióscono Galindo González, es cojo. El poeta es Federico García Lorca.
Los cuatro son conducidos “hasta
la altura de La Colonia”. Allí se detiene el Buick y bajan todos. La macabra
comitiva avanza en el silencio de la madrugada hacia Ainadamar, Fuente Grande,
“fuente de las lágrimas”.
A unos metros de ésta suenan los
disparos. Los cuerpos ruedan por la tierra ensangrentándola.
¡Han asesinado a Federico García
Lorca!
“Yo le he pegado dos tiros en el
culo por maricón”
Juan Luis Trescastro Medina, Bar
La Pajarera, 20 de agosto de 1936.
LA ORACIÓN DE LAS ROSAS
“…Ocultadme en un valle tranquilo,
y esperando mi resurrección,
id sorbiendo con vuestras raíces
la amargura de mi corazón…”
¡Ahí quedaron tu cuerpo Federico García
Lorca, y en el éxtasis del Cosmos, solo
Tu eres todo ODA!
Agradecimiento fraternal a Rafael Román Martel
Por permitir utilizar el anterior escrito,asi como algunas fotos
1 comentario:
Me gusto mucho este programa,no conocía mucho de la obra y vida de García Lorca, me gusto el poema Soledad!!
Sigue subiendo programas así :)
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