En el mundo de la opera del siglo XVIII, las voces que se discutían, se
admiraban o se denostaban no eran las de tenores y sopranos sino la de unos
peculiares cantantes cuya trayectoria vital y artística constituyó uno de los
capítulos más dramáticos y a la vez sugestivos de esa misma larga historia del
“Bell Canto”. Ellos son los cantantes castrados que ocuparon un lugar destacado
en la interpretación musical durante casi tres siglos.
Después de estrenada “Farinelli”
en 1994, película biográfica
sobre la vida y carrera del cantante de ópera italiano Carlo Broschi, conocido
como Farinelli, considerado uno de los cantantes castrados más famosos de todos
los tiempos, se desató en buena parte del mundo una curiosa afición por la
ópera o, por mejor decir, hacia algunos aspectos de esta manifestación
artística musical.
Una inteligente campaña de marketing de la película "Farinelli”
consiguió que amplias capas de la sociedad, que hasta entonces desconocían la
existencia de esta música, o conociéndola la tenían por elitista, se sintieran
fascinados por este tema.
HISTORIA
En Grecia, en Roma y en algunas otras civilizaciones como la islámica,
se sometía a algunos niños esclavos a la extirpación de los testículos con el
fin de destinarlos al cuidado de los gineceos o del harén en los que vivían las
mujeres apartadas de otro contacto varonil que no fuese el de sus maridos o
señores
"Los eunucos -palabra griega que significa, “guardián del lecho”-
formaron en esas naciones una clase de la que no sólo se nutrían esas guardias
mujeriles sino que escalaron puestos de más responsabilidad en los palacios
regios y señoriales llegando a ser algunos de ellos primeros ministros,
consejeros áulicos y generales de los ejércitos
Se consideraba siempre que su
obligada dejación del trato con las mujeres les hacía prestar una mayor y
constante atención a las otras tareas encomendadas.
En el siglo XVII en Italia -una Italia dividida en muchos reinos, cada
cual buscador más animoso de cualquier deleite sensual- se comienza a encontrar
otra utilidad bien distinta a esa operación mutiladora. Aquellos “refinados”
italianos comprobaron que castrando a niños pre adolescentes que poseyeran una
hermosa voz, como los que cantaban en algunos coros de las iglesias, cuando
crecieran conservarían el tono agudo de soprano de la voz infantil pero
potenciada por los pulmones del adulto y la mayor caja de resonancia del tórax
de éste. De este modo se obtenía una voz extraordinaria, incomparable con
ninguna de las conocidas hasta entonces y utilizadas en la naciente música
teatral, el precedente de la ópera."
La Iglesia condenó desde un principio estas prácticas y estableció la
pena de excomunión e incluso la de muerte para quienes practicasen o
colaborasen con la castración. Pero se trataba de una actitud hipócrita,
desmentida clamorosamente por su propia actuación.
Así, por ejemplo, refiere el psiquiatra español Vallejo-Nágera que en
1780 existían nada menos que setecientos castrati actuando en las iglesias de
Roma además de dos o tres en cada teatro de ópera de los que había cuarenta
sólo en los Estados Pontificios. Hasta el pontificado de León XIII (1878-1903)
no se prohibió la presencia de castrati en la capilla de música papal. Incluso
el último de estos cantantes, Alessandro Moreschi grabó varios discos, en la
era inicial de la fonografía, subsidiados con dinero de la iglesia.
Alesandro Moreschi, el último castrato conocido falleció en 1922. Aquí
pueden escuchar cómo era su voz.
Después de fallecer Alesandro Moreschi nadie ha vuelto luego a oírlos
cantar.
Para la realización de la película
“Farinelli”, fue necesario un alarde técnico consistente en superponer
electrónicamente la voz de una contralto y de un contratenor, las dos voces que
más se pueden asemejar a lo que sería en realidad el tono obtenido por un
cantante castrado.
En la actualidad, el papel de los castrati es asumido por los contra tenores:
Henry Purcell: Sweeter than
Roses, René Jacobs (countertenor)
Solo he mencionado algunos de los más destacados de los contratenores que logran agudizar
su voz con una técnica depurada, en lugar de recurrir a tan aberrante método de
castración.
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