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El pecado original.


Un día en mi tierra, la ciudad de Chihuahua, un muchacho, que sabía se llamaba Francisco Quinn, se me acercó. Era un sábado en la tarde y me dijo, me voy a incorporar al ejército y quiero que tú seas mi soldadera.
¿Por qué? Le pregunté
Porque creo en la revolución y en Pancho Villa
No, le dije, ¿Por qué quieres que sea tu soldadera? si apenas me conoces.
Te he visto por ahí y me gustas y bueno… Sea como sea, decidí que si me unía a la lucha, querría tenerte conmigo. Eso es todo.
Y así, una mañana en el año de 1910, como si fuera una decisión pasajera, Manuela "Nellie" Oaxaca se fue a la guerra con un joven alto y apuesto del que sólo sabía el nombre.
Se sentía segura de su decisión pero no sabía que cambiaría para siempre su vida.
Este hombre, convencido revolucionario y tozudo macho antiguo, este hombre llamado Francisco Quinn, sería el padre de sus hijos, el origen de su miseria y el dueño de sus felicidades.
Juntos se subieron a un vagón de tren en un día en la mañana. El tren estaba repleto de los revolucionarios y sus mujeres.
Se dirigían a Durango, a la lucha, con el general José Doroteo Arango, mejor conocido como El Caudillo del Norte, Pancho Villa.
El tren se detuvo en el desierto y Nellie se tuvo que bajar a cumplir con su labor como mujer en el frente. Así que cocinó, por primera vez, junto a las otras mujeres, para su hombre.
Los tacos le quedaron bien buenos y Francisco invitó, incluso, a otros hombres para que los probaran…todos celebraron la cocina de Nellie.
Sonó una canción dulce y las luces comenzaron a apagarse en el frío del desierto. Los hombres abrazaban a sus mujeres debajo de las cobijas extendidas al azar en el desierto entre las lámparas de keroseno.
Nellie no sabía qué hacer. Tenía frío pero no podía pedirle cobijas a Francisco. ¿Qué podía hacer? No iba a acostarse junto a un hombre que acababa de conocer… por más alto y guapo que fuera.
Tendría que dormir junto a ese muchacho a quien apenas conocía, ese muchacho que nunca le había dicho cosas bonitas y que, sencillamente, lo había dado por sentado.
Me vio tiritar de frío.
Ven, métete debajo de la frazada.
No puedo dormir contigo le dije
Esto es una locura. No te voy a tocar. Sólo te pido que te metas debajo de las mantas, hace frío.
Sacudí la cabeza en forma negativa.
¿Crees que la gente puede dormir junto sólo cuando está casada? – se río
Por supuesto le dije, sabiendo que no era verdad.
En el otro extremo del vagón iba un sacerdote. Francisco lo llamó.
Padre, acérquese. Esta chica y yo queremos casarnos antes de morir.
Lo primero que dijo Francisco después de la sencilla ceremonia fue: ‘Muy bien, métete debajo de la manta’”
A partir de ahí, Nellie durmió bajo las cobijas con su nuevo esposo. Por las mañanas, él se iba a la guerra; ella lo esperaba. Francisco subía colinas para enfrentarse a los disparos de las fuerzas federales.
Al irse Francisco nunca volteaba la cabeza para despedirse de su mujer… pero siempre regresaba con ella.
Un día en medio de la devastación, Nellie sintió una nueva vida en su interior: estaba embarazada. Cuando un sargento se dio cuenta del embarazo, la mandó de regreso a Chihuahua: no había lugar en el frente para una mujer embarazada.
A Francisco no le importó, los hombres parecían demasiado preocupados con las balas. Pero Nellie no tenía nada. ¿A dónde iba a ir una mujer sola y pobre en medio de una guerra despiadada?
Al llegar a la ciudad, Nellie no pudo encontrar a su familia. Todos habían partido, estaba sola, con un embarazo avanzado, un marido en la guerra y un par de bolsillos sin dinero.
Tuvo la fortuna que una señora le ofreció un cuarto para parir y una bruja le ofreció un geranio. El geranio todavía no florecía y la bruja le dijo que, si la flor salía blanca, sería una niña y que, si la flor resultaba roja, sería un niño.
Al comenzar las labores de parto, Nellie rasgó el capullo del geranio con una mano furiosa. Estaba gimiendo del dolor en ese pequeño cuarto miserable, completamente sola y abandonada en el mundo. Antes de desmayarse pudo ver la flor… y era roja como la sangre.
Había nacido, en las circunstancias más miserables, la leyenda de masculinidad, vida y locura, Anthony Quinn.

Así fueron los inicios del gran Anthony Quinn, el mítico actor que ganó dos veces el Oscar, que conquistó Hollywood, que vivió en la gloria del mundo más privilegiado.
Un hombre que, antes de ser Anthony Quinn, el gran intérprete pendenciero de Hollywood, fue un niño que se llamaba Antonio Rodolfo Quinn Oaxaca, su historia de vida se remonta a la más profunda miseria del México revolucionario.
Fue un 2 de abril de 1915 en Chihuahua, cuando fue bautizado, fue entonces cuando desde muy pequeño su familia se fue a vivir a Estados Unidos, a Los Ángeles.
Ahí, el padre de Anthony encontró trabajo en la industria fílmica, como asistente de cámara. Ahí también el joven Tony creció y empezó a probar profesiones.
Como chico migrante creciendo en el este de Los Ángeles quiso ser, alternativamente, cura y boxeador, arquitecto y actor.
Esta última profesión, por azares consecuentes, terminó por escogerlo.
Y, así, adaptándose a una nueva vida en una ciudad lejana, se comenzó a forjar la carrera de uno de los más grandes actores de su generación.
Fue gracias al apoyo de la estrella de ese momento, Mae West, para quien trabajó como anunciador en uno de sus espectáculos, que representaba en un teatro de Los Ángeles, y luego de incursionar en ese ambiente realizó su debut, a los 21 años, como extra en la película La Vía Láctea.


Después de una larga vida actoral, el primer Oscar concedido a un intérprete mexicano fue para él, por su actuación en la película ¡Viva Zapata! al lado de Marlon Brando.
Su segundo Oscar, lo obtuvo gracias a su actuación como el pintor Paul Gauguin en Lust for Life, una película sobre la vida del artista Vincent van Gogh, en la que sólo apareció ocho minutos… Sí, así de buena fue su interpretación.
En esa ocasión al recibir la estatuilla su discurso fue muy comentado, porque pensaba la gente del ambiente artístico que sus agradecimientos serían para el mundo estadounidense y Hollywood, siendo todo lo contrario, esto dijo… “Antes que nada, soy mexicano, y como tal, formo parte del espíritu que mueve a los latinos, algo que siempre preciso en forma terminante donde sea que estoy. ¿Cómo podría ser de otra manera? El nacer en uno de los lugares más castigados y deseados por los intereses revolucionarios de aquellos tiempos, a mi familia y a mí, al igual que a muchas otra familias, la Revolución nos arrojó a Estados Unidos, a emprender otra lucha, en otro ambiente y entre otras gentes, pero soy mexicano, formo parte de la comunidad latinoamericana y siempre lo he expresado así.”

El actor dotado de un singular humor y muy amigo de las faldas, él mismo lo comentaba que se enamoraba siempre de sus compañeras de reparto, se casó en tres ocasiones, tuvo 13 hijos, dentro y fuera de sus matrimonios.


El revolucionario mexicano, el jeque árabe, el griego sabio, el pintor vitalista, el paisano filósofo, el anciano elocuente, se dieron cita para habitar en el pellejo de un solo hombre, que trazó su propio epitafio en una de sus declaraciones:
“Lo étnico no supone ninguna diferencia, soy una persona en el mundo”
Este gran señor actor, director y productor mexicano de cine, además de ser escultor y pintor, partió hacia mejor vida en el año de 2001.
Descanse en paz Zorba, el griego.



LETICIA, PIOJOS Y CUENTOS 

El maravilloso poder de las palabras.

 

Leticia fue mi alumna en la escuela "Justo Sierra", en plena sierra. Tenía once años de edad. Once años conociendo las carencias y la mugre de la vida.

Siempre con la misma ropa, heredada por una tradicional necesidad familiar, once años batallando con los bichos de día y de noche, con una nariz, que como vela, le escurría todo el tiempo, su pelo largo y descolorido servía de tobogán a los piojos. Aun así, era de las primeras en llegar a la escuela. Tal vez iba para soñar que era lo que solo en sus sueños podría ser; aunque enfrentara el rechazo y el asco de los demás.

 A la hora del trabajo en equipo nadie la quería, sus compañeros del salón no le dieron la oportunidad para demostrar qué tan inteligente era: el repudio fue lo que Leticia conoció.

 Me desconcertaba el hecho de ver que algunos varones con características semejantes a las de Leticia eran aceptados por el resto de las niñas y los niños, pero no ocurría lo mismo con Leticia. A mí como maestro solo se me ocurría hacer recomendaciones que nunca fueron atendidas.

 

En ese tiempo me preguntaba: ¿De que sirve leer cuentos a esos niños que no han comido?; ¿serviría de algo alimentarlos con fantasías? Yo creía que sí, pero no sabía hasta dónde. Constantemente les brindaba relatos, sobre todo en la mágica hora de lecturas, dos veces por semana.

Un día conté "La Cenicienta" y cuando llegué a la parte en que el hada madrina transformó a la jovencita andrajosa en una bella señorita de vestido vaporoso y zapatillas de cristal, Leticia aplaudió frenéticamente el milagro realizado. Había una súplica en su rostro que provocó la burla de los que no tenían la misma capacidad ni la misma necesidad de soñar. Esta vez hubo recomendaciones y regaños.

 En otra ocasión, pregunté a mis alumnas y alumnos: ¿Qué quieren ser cuando sean grandes? Y el cofre de sus deseos se abrió ante mí: alguien quería ser astronauta, aunque al pueblo ni el autobús llegaba; otros querían ser maestros, artistas o soldados. Cuando le tocó el turno a Leticia, se levantó y con voz firme dijo: ¡Yo quiero ser doctora! 


Una carcajada insolente se escuchó en el salón. Apenada, se deslizó en su banca invocando al hada madrina que no llegó. Mi labor en esa escuela terminó junto con el año escolar. La vida siguió su curso.
Después de quince años, regresé por esos rumbos, ya con mi nombramiento de base, hasta entonces encontré algunas respuestas y otras preguntas. Las buenas noticias me abordaron en el autobús, antes de llegar al crucero donde trasbordan los pasajeros que van al otro poblado. Llegaron en la presencia de una señorita vestida de blanco.

¡Usted es el maestro Víctor Manuel! ¡usted fue mi maestro! me dijo sorprendida y sonriente. Usted era el que podía encantar serpientes con las historias que contaba. Halagado, contesté: Ese mero soy yo. 

¿No me recuerda, maestro? Preguntó, y continuó diciendo con la misma voz firme de otro tiempo - yo soy Leticia … y soy doctora …


Mis recuerdos se atropellaban para reconstruir la imagen de aquella chiquilla que en otro tiempo nadie quería tener cerca.

Se bajó en el crucero dejando, como La Cenicienta, la huella de sus zapatillas en el estribo del autobús... 

Y a mí con mil preguntas. 

Todavía alcanzó a decirme: - Trabajo en Parral... búsqueme en la clínica tal... y se fue…

Un día fui a la clínica que me dijo y no la encontré. No la conocían ni la enfermera ni el conserje.

 ¡Era demasiada belleza para ser verdad, los cuentos son bellos, pero no dejan de ser cuentos! Me lamentaba. Arrepentido de haber ido, y casi derrotado, encontré a la directora de la clínica y hablé con ella. Lo que me dijo, revivió mi fe en la gente y en la literatura:

La doctora Leticia trabajaba aquí, me contó. 

Era muy humana y tenía mucho amor por los pacientes, sobre todo con los más necesitados… ¡Esa es la persona que yo busco! Grité. 

Pero ya no está con nosotros, dijo la directora. 

¿Se murió? Pregunté ansioso. 

¡No, como cree! La doctora Leticia solicitó una beca para especializarse y la ganó... ahora está en Italia.


Leticia sigue aprendiendo más y enseñando sus secretos para luchar.

Yo sigo queriendo saber hasta dónde llega el poder de las palabras ¿Cuál es el sortilegio para encantar a las serpientes que jalan a los descobijados? Como profesor ¿Qué puedo hacer para equilibrar la balanza de la justicia social ante casos parecidos? ¿Cuándo empezó el despegue de los sueños de Leticia en cuanto al resto de sus compañeras y compañeros? ¿Dónde radica la fortaleza de las mujeres que superan cualquier expectativa?

Ya no quiero ser el maestro de Leticia: Ahora quiero aprender.

 Quiero que me enseñe cómo evoluciona una oruga hasta convertirse en ángel y, sobre todo, quiero descubrir ¿Cuál fue la varita mágica que la convirtió en la princesa del cuento?


"LA LLORONA" ZAPOTECA.

La "Llorona" es una canción Zapoteca, escrita y nacida en la comunidad Zapoteca del istmo de Tehuantepec, Oaxaca.

Cuenta la historia que un joven de Tehuantepec fue a una fiesta en la comunidad vecina llamada Juchitán y ahí conoció a una chica tan hermosa que salía de la iglesia vistiendo el famoso traje regional Istmeño llamado "Huipil".

 Por un tiempo se esforzó para conquistar a la joven y después consiguió la aprobación de los padres y casarse con ella; pero los vientos de la Revolución Mexicana soplaron en Oaxaca (1911/1912) y antes de irse a la guerra, le dijo algo como esto a su amada:

 

“Recuerdo el día que fuimos al río y las flores del campo parecían llorar; contigo las nubes de mi cielo no son nada, incluso el mismo cielo compite con tu sonrisa; la guerra me está llamando por que la paz de nuestro país ha sido robada; volveré a ti y por nuestra futura familia nunca dejaré de amarte

en esta vida y en la muerte”.

Finalmente, el día de partir llegó y cuando él se despedía de ella, el llanto corrió por sus ojos y los suspiros de dolor invadían el rostro de su amada.

Mientras hablaba con ella él le tomaba ambas manos al mismo tiempo que limpiaba las lágrimas que caían por las mejillas de su esposa, y entonces la llamo “Llorona”, porque ella no paraba de llorar, sabiendo que quizás no volvería a ver a su esposo. Besos y promesas volaron por el aire y él juró que volvería por ella en la vida o la muerte con impunidad total. Ella también juró esperarlo sin importar lo que sucediera.

Muchas personas de la época conocían a la pareja y se consternaron por ellos. El esposo se fue a la guerra, pero desafortunadamente nunca regresó. Tiempo después, un amigo cercano de ellos, que regresó al pueblo después de la Revolución le dijo: -Tu esposo fue alcanzado por las balas, y las heridas eran tan terribles que fue imposible salvarlo, pero mientras agonizaba me pidió que te dijera que siempre te amará y que por favor lo perdones por no poder regresar vivo.

 Aquí una carta que me dio para ti.

 

"Extractos de esa carta decían algo como esto":

 

-Salías del templo un día "Llorona" cuando al pasar yo te vi, hermoso huipil llevabas "Llorona" que la Virgen te creí.

En el cielo nace el sol mi Llorona y en el mar nace la luna, y en mi corazón nace Llorona quererte como a ninguna.

Aunque me cueste la vida Llorona no dejare de quererte.

 

¡Ay de mí! Llorona,

Llorona tú eres mi Xhunca (cariño),

podrás dejar de quererme, Llorona,

pero de quererte nunca.

No creas que te canto Llorona

tengo el corazón alegre,

también de dolor se canta Llorona

cuando llorar no se puede.

Está por demás decir que ella lloraba todo el tiempo por esa carta, y nunca volvió a casarse por que esperaba reunirse con su amado en el paraíso y cumplir con su promesa.

El bebé de ellos nació una semana después de la noticia, y cada 30 de octubre cenaban juntos una esposa y un hijo en la tierra de los vivos, y un esposo del reino de los muertos, hasta que la gran águila los junto nuevamente.

 

 El tiempo pasó y la historia fue escrita como una canción folclórica local y ha sobrevivido todo este tiempo.

Quien diga que esta canción trata acerca de la llorona azteca engañada, que ahogó a sus hijos en el rio, está mintiendo. La Llorona Zapoteca es una historia de amor, una triste historia de amor.

Autor del escrito: Prof. Samuel Cervantes Arriola.

 

¿Cuántas canciones hay de la llorona?

En realidad, es una canción con 500 versiones. Un tema popular que muchos músicos han hecho suyo con coplas que han ido añadiendo.

Les invito a escuchar dos versiones, la primera   en la voz de nuestra gran interprete mexicana Lucha Villa, y la segunda versión en la voz Oscar Chávez.

 “La Llorona” canción eterna que sigue emocionando a las nuevas generaciones. ¡que la disfruten, están en la red de “Biografía Musical”!

 #NuestraCultura #DíaDeMuertos  #miméxicomágico #Tradicionesdelalma #tradicionesmexicanas #Ofrenda #MiMéxico #arteycultura #tradiciones #LaLloronaZapoteca #músicayFolclore


Josefina Vicens, autora de obra intensa y breve

México tiene su buena cantidad de escritores inclasificables, dentro ellos mencionaremos a Josefina Vicens, esta autora lo es a tal punto que ni siquiera figura en el Diccionario de Autores Latinoamericanos, no obstante, su originalidad se puede comprobar en el volumen que reúne toda su narrativa. Vicens escribió mucho para el cine y también columnas periodísticas con seudónimo y dejó apenas un par de obras narrativas: El libro vacío (1958) y el posterior Los años falsos (1982).


Desde chiquita lo que quería ser era un vagabundo y andar con mi morralito atrás y dormir cada noche en un sitio. Imagínese, una gente así como que no es nada femenina, desde luego”.                                                                                                    Josefina Vicens

¿Quién fue Josefina Vicens?

De padre español y madre mexicana, nació en San Juan Bautista, hoy Villahermosa Tabasco, el 23 de noviembre de 1911.  Josefina Vicens fue novelista, periodista, guionista y cronista, a quien conocían también como La peque, formó parte de una generación excepcional de narradoras: Elena Garro, Amparo Dávila, Guadalupe Dueñas, Inés Arredondo, Rosario Castellanos.

De voz ronca, grave. Fuma. Tiene el pelo corto, ondulado. Se viste como hombre: pantalones, blusa blanca abotonada hasta el cuello. En 1934, Josefina Vicens tiene veintitrés años y un trabajo en el recién inaugurado Departamento Agrario. Es cardenista. No estudió una carrera universitaria, empezó a trabajar a los catorce años para ayudar a su familia. Le gusta leer. Es burócrata. Checa tarjeta, firma todas las mañanas como Juana de Arco, Don Quijote, Marcel, Emma Bovary. Depende del personaje que tiene en mente. Se casa a los veinticinco años con José Ferrel, dura un año su matrimonio. Frecuenta el Café París, se reúne con los Contemporáneos. Y escribe. A mano. En mayúsculas, con letra molde.

Sus amigos la apodaban “Peque”, Juan Rulfo entre ellos, una tarde de tantas que convivieron, beben tequila juntos. Rulfo la reta a escribir otro libro, ella le responde así: “Juan, ¿por qué no escribes otro libro?”.

Vicens fue una mujer única, excepcional.

 “El Libro Vacío- explica- es completamente autobiográfico; no es una invención, es una cosa sentida por mí y que he padecido y sigo padeciendo. Mi producción es escueta y creo que se debe precisamente a eso.”

Josefina Vicens muere el 22 de noviembre de 1988, en la ciudad de México.


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Se consultó

https://www.lanacion.com.ar/ideas/josefina-vicens-gran-rara-latinoamericana-nid24072021/

https://www.razon.com.mx/el-cultural/josefina-vicens-la-escritura-salto-al-vacio/

https://vozviva.unam.mx/


 

CRÉDITOS DEL AUDIO

GUIÓN Y LOCUCIÓN: Juan Manuel Guzmán

CORRECCIÓN DE ESTILO: Xchel Aurora P. Palafox, Aurora Palafox León.

LOGÍSTICA EN REDES Y APOYO TÉCNICO: Jairo León Pérez Palafox.

REALIZACIÓN: Juan Manuel Pérez Guzmán para RADIO UJAT 96.1 FM de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.

 Te invito a escuchar, de viva voz, una breve descripción de su Libro Vacío.  solo da un clic y listo. 

         

ANGELA PERALTA

 

“Ruiseñor Mexicano”, la soprano Ángela Peralta, cuya fama trascendió México al grado de llegar a presentarse en los escenarios más importantes de Europa del siglo XIX. Hoy vemos calles, teatros y escuelas con su nombre, pero, ¿Cuál es la historia de esta mujer?

NACE EL RUISEÑOR

María de los Ángeles Manuela Tranquilina Cirila Efrena Peralta y Castera, nació en la Ciudad de México el 6 de julio de 1845. Bajo el nombre artístico de “Ángela Peralta” se dio a conocer en México y Europa por sus dotes como cantante de ópera. A los 15 años de edad, Ángela debutó en el Gran Teatro Nacional cantando la ópera “El Trovador”.

Gran Teatro Nacional
Tanto era el afán de los espectadores para presenciar la ópera que muchos asistentes compraron su entrada para escuchar de pie. El periódico “La Sociedad” en su edición del 22 de julio de 1860 describió la presentación de la Peralta así:

“Posee la Srita. Peralta una voz de timbre delicado y simpático, bastante extensa y, sobre todo, homogénea. La naturaleza y el estudio le han dado una notable agilidad, una ejecución correcta, suma precisión y facilidad en las ejecuciones, y abunda en sentimiento y expresión. Es, pues, una aficionada muy superior, y su porvenir tan brillante, cuanto que, siendo muy joven, alcanza ya un mérito poco común; no dudamos, pues, que bajo una dirección hábil y juiciosa desarrollará completamente sus cualidades naturales y adquirirá con la edad mayor volumen de voz”.



EN EUROPA
Debido a sus dotes musicales Ángela Peralta hizo su debut en la Scala de Milán, el 23 de mayo de 1862. Cantó prácticamente las principales obras de los grandes autores de su tiempo. Además de cantante ejecutaba el arpa, el piano y era compositora. Debido a su éxito rotundo, Angela Peralta inició una extensa gira de tres años por Roma, Turín, Florencia, Bolonia, Lisboa, Alejandría, Génova, Nápoles, San Petersburgo, Madrid, Barcelona y El Cairo.

Teatro de Ópera La Scala de Milán

Es en España, durante esta gira, donde algunos periodistas, impresionados por su bella voz, le dieron el título del “Ruiseñor Mexicano”, además de que en Italia le nombran “Angelica di voce e di nome”, Angélica de voz y de nombre, haciendo referencia a que tenía la voz de un ángel y no solo en su nombre.

INVITACIÓN A MÉXICO
El emperador Maximiliano I de México le pidió regresar a México para cantar en el Teatro Imperial Mexicano y en octubre de 1865 aceptó la invitación. El 20 de noviembre fue recibida por los artistas del Teatro Imperial, por los alumnos de la Academia de San Carlos, intelectuales, músicos y por la población en general que la vitoreó en los barrios de San Antonio Abad, Portales, Mexicaltzingo e Iztapalapa.

En 1866 cantó para los emperadores Maximiliano I de México y Carlota de México y se le nombró “Cantarina de cámara del imperio” Realizó presentaciones en Guanajuato, León, San Francisco del Rincón. En Guadalajara inauguró el Teatro Juan Ruiz de Alarcón (hoy Teatro Degollado).

Teatro Degollado, Guadalajara Jal.

En esta época la prensa escribe de ella:
“La Sra. Peralta, como de costumbre, entusiasmó a la concurrencia, y este entusiasmo llegó a su colmo cuando Ángela cantó la aria del delirio. Nuestro Ruiseñor se hace cada día más digno de la fama que ha conquistado, y el público mexicano encuentra en ella a su artista más querida.”

Ante la caída inminente del régimen imperialista, se trasladó al puerto de Veracruz y se embarcó a Europa. Ahí se presentó en Italia y España. En Madrid, contrajo matrimonio con su primo hermano y literato Eugenio Castera lo cual significó su declive dedicándose a componer pequeñas piezas.


Después de cuatro años y medio en Europa, regresó a la Ciudad de México. En 1877 viajó por el norte de la República Mexicana; se presentó en Querétaro, Celaya, Aguascalientes, Zacatecas, Guanajuato, San Luis Potosí y Morelia, en el Teatro Progreso de Monterrey, en Saltillo, Durango y La Paz.

TEATRO PROGRESO DE MONTERREY

LA MORTAL FIEBRE AMARILLA

Para agosto de 1883 llegó a Mazatlán, Sinaloa, donde presentaría lo mejor de su repertorio operístico, pero no contó con que en el puerto azotaba la “fiebre amarilla” y Ángela fue víctima del mal cayendo enferma. Finalmente, el 30 de agosto de 1883, el virus mortal de la fiebre apagó la voz privilegiada en el cuarto No. 10 del Hotel Iturbide a las 10:15 horas

Teatro Ángela Peralta en Mazatlán, Sinaloa.

Sus restos mortales fueron sepultados en el cementerio municipal de Mazatlán, pero en 1942 y por iniciativa del periodista Rafael Martínez, fueron exhumados y trasladados suntuosamente a la Ciudad de México, logrando que se colocaran en la Rotonda de los Hombres Ilustres del Panteón de Dolores, donde hasta ahora se conservan.


Desafortunadamente, nunca conoceremos la voz de Ángela Peralta; sin embargo, nos legó su "Álbum Musical de Ángela Peralta”, publicado en 1875, en México.


OBRAS
México (galopa), Un recuerdo de mi patria (danza), Nostalgia (fantasía), Adiós a México (vals), Pensando en ti (fantasía), Te amaré (romanza), Margarita (danza), El deseo (romanza), Sara (melodía), Regreso (chotis), Ilusión (mazurca), Ausencia (vals), Eugenio (vals), María (vals), No me olvides (vals) y Lejos de ti (vals).

Teatro Angela Peralta, CDMX




Vamos a recordar a Ángela Peralta, “El ruiseñor mexicano” de la mejor manera que podría ser, conociendo su obra. En primer término, escucharemos:

Verónica Alexanderson
1. Romanza para canto "Les larmes" (las lágrimas). Disfruten de esta romanza, interpretada por la mezzosoprano mexicana Verónica Alexanderson. Les dejo el texto en español:

Lágrimas que caéis sobre la tierra,
subiendo del corazón bajo los párpados,
vuestra fuente es un dulce misterio.
¿De dónde venís? ¿Dónde está, pues, la mano vigorosa
¿Qué manda vuestro caudal doloroso siempre sobre todos?
Lágrimas de temor y de esperanza;
lágrimas de alegría y de sufrimiento;
lágrimas de esposo, de amigo, de hermano,
lágrimas de niño, lágrimas de madres;
de odio, de cólera; lágrimas que corréis, corred solitarias.
Caed, caed lágrimas de amor.
Lágrimas que corréis devoradoras, caed,
seguid vuestras pendientes.
Haced surcos en las almas ardientes.
Lágrimas de amor que nos quemáis
y que encontráis encanto en nuestros dolores, corred;
puesto que Dios quiere lágrimas, llorad, llorad, lágrimas, corre


Teatro al aire libre, Angela Peralta

2. Vals para canto, también compuesto por nuestra célebre Ángela Peralta, e interpretado por la

mezzosoprano mexicana Verónica Alexanderson, al piano, Jozef Olechowski:


Lejos de ti, llorando a cada hora
Doliente del alma y herido el corazón,
Vago por el mundo como vaga una flor,
Siempre llena de aroma y llena de amor.
Te vi un día como un sol nuevo,
Que, alejando todo dolor, con tu calor
quemaste el corazón,
Corazón que sólo palpita
Por ti de amor.
Hasta que yo sienta el amor en el pecho,
Morirá contenta quien tanto amó.
Ah, ven, mío, ven.


Los restos de Ángela Peralta están flanqueados por dos poetas igualmente célebres: Luis G. Urbina y Amado Nervo. Los mexicanos no la olvidamos, escuelas, calles y teatros son nombrados en su honor; por ejemplo, la calle peatonal que separa la Alameda Central y el Palacio de Bellas Artes en la CDMX, donde, además, una placa queda como recuerdo de la cantautora.  Vamos a despedirla escuchando:

3. Romanza Lo T'amero (te amaré) de Ángela Peralta, interpretado por Guadalupe Pineda.


Referencias:
sinaloaenlinea.com/noticia/Angela-peralta-la-cantante-que-trajo-la-muerte-Mazatlán
angelaperaltacastera.wordpress.com
periscopio.com.mx/revista/angela-peralta-de-aldaco-la-soprano-que-cantaba-como-los-angeles/

Créditos
Corrección de estilo: Xchel Aurora P. Palafox. Aurora Palafox León.
Logística en redes y apoyo técnico: Jairo León Pérez Palafox.
Realización: Juan Manuel Pérez Guzmán.

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