Aunque sea jade: también se quiebra,
aunque sea oro, también se hiende,
y aun el plumaje de quetzal se desgarra:
¡No por siempre en la tierra:
sólo breve tiempo aquí!
Como una pintura
nos iremos borrando,
como una flor
hemos de secarnos
sobre la tierra,
del quetzal, del zacuán,
del azulejo, iremos pereciendo.
Netzahualcóyotl
Las ofrendas de difuntos, íntimamente ligadas con el culto a los muertos de las culturas precolombinas asentadas en lo que hoy es México, el cual se incorporó a la práctica del catolicismo, que consagra un día del año a los fallecidos, son importantes tradiciones populares que desafortunadamente están en vías de extinción.
Para quienes únicamente conocemos la parte material de la ofrenda, ésta no es más que una mesa dispuesta para que las almas de nuestros seres queridos extintos, que por una sola vez al año pueden acercarse a nosotros, según la tradición, gusten de los alimentos que les fueron gratos en vida; pero en el aspecto ritual que celosamente guardan los indígenas, principalmente la ofrenda es mucho más que la simple preparación de una mesa con alimentos, flores, imágenes y velas.
El ritual de la ofrenda se inicia nueve días antes, con la preparación del guarapo, bebida elaborada a base de maíz tostado y quebrado, panela molida y agua, que se deja fermentar durante los mencionados nueve días.
La preparación del guarapo constituye la primera parte llamémosle así, de la ofrenda. Después se sigue con los dulces, que tienen que ser de seis clases: de cacao, de camote, plátano asado, de pinol, de yuca. cada uno de estos dulces se reparten en dos pequeños apastes a los que denominan apastillos, para obtener así doce porciones.
La primera ofrenda que se conoce como la víspera, que es un día antes de la ofrenda propiamente dicha, empieza siempre con pozol y dulce.
La ofrenda del día señalado, es este caso el 2 de noviembre, se compone de los doce apastillos de dulce, doce jícaras de pozol y doce de guarapo, sin faltar los tradicionales tamales que en Tabasco son de una gran variedad. El ofrecimiento de todo esto debe hacerlo un patrón, quien adorna el altar donde se coloca la ofrenda y tienen a su cargo los rezos.
Por lo que hemos podido advertir una ofrenda para nuestro pueblo, tan celoso de sus tradiciones no es nada más un vistoso altar y tal o cual comida, sino que, como antes expresamos, tiene un hondo sentido ritual religioso.
Este artículo fue tomado del libro: Tabasco, la mejor tierra que el sol alumbra, del insigne escritor tabasqueño Jorge Priego Martínez.
CRÉDITOS DEL AUDIO
Guion Y Realización: Juan Manuel Guzmán, Para Radio UJAT 107.3 F.M. De La Universidad Juárez Autónoma De Tabasco
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