Las ofrendas de difuntos,
íntimamente ligadas con el culto a los muertos de las culturas precolombinas
asentadas en lo que hoy es México, el cual se incorporó a la práctica del
catolicismo, que consagra un día del año a los fallecidos, son importantes
tradiciones populares que desafortunadamente están en vías de extinción.
El ritual de la ofrenda en
Tabasco se inicia nueve días antes de la fecha tradicional, con la preparación
del guarapo, bebida elaborada a base de maíz tostado y quebrado, panela molida
y agua, que se deja fermentar durante los mencionados nueve días. La
preparación del guarapo constituye la primera parte llamémosle así, de la
ofrenda. Después se sigue con los dulces, que tienen que ser de seis clases: de
cacao, de camote, plátano asado, de pinol y de yuca. Cada uno de estos dulces
se reparten en dos pequeños apastes a los que denominan apastillos, para
obtener así doce porciones.
La primera ofrenda que se
conoce como la víspera, que es un día antes de la ofrenda propiamente dicha,
empieza siempre con pozol y dulce. La ofrenda del día señalado, en este caso el
2 de noviembre, se compone de los doce apastillos de dulce, doce jícaras de
pozol y doce de guarapo, sin faltar los tradicionales tamales que en Tabasco
son de una gran variedad. El ofrecimiento de todo esto debe hacerlo un patrón,
quien adorna el altar donde se coloca la ofrenda y tienen a su cargo los rezos.
Por lo que hemos podido
advertir una ofrenda para nuestro pueblo, tan celoso de sus tradiciones no es
nada más un vistoso altar y tal o cual comida, sino que, como antes expresamos,
tiene un hondo sentido ritual religioso.
La ofrenda del Día de Muertos
se coloca en un altar elaborado ex profeso. Aunque muchas personas levantan sus
altares en forma sencilla, integrándolos con las imágenes de los santos de la
devoción de los difuntos, en honor de los que se levanta el altar, fotografías
de éstos, velas, flores y la ofrenda propiamente dicha, es decir, las comidas y
bebidas favoritas de los difuntos, la totalidad de elementos que debe reunir un
altar del Día de Muertos en Tabasco, según la investigación realizada por la
cronista de la ciudad de Villahermosa, doña Gabriela Gutiérrez Lomasto de
González, son los siguientes:
El altar debe de constar de tres
planos, con cielo, una especie de techo que significa estar bajo la protección
de Dios; debe tener su palia; un crucifijo, que significa la muerte del hijo de
Dios en la tierra; una cruz negra que simboliza duelo; palmas que aluden al
Domingo de Ramos; imágenes religiosas, como la virgen del Carmen, el señor de
Tila, san Martín Caballero y el santo de la devoción del finado a quien se le
hace la ofrenda; una fotografía de él o de los familiares de quienes hacen la
ofrenda. Un Rosario, símbolo de la plegaria cristiana; un escapulario, que
simboliza protección; un sahumerio, cuyo humo simboliza una ofrenda espiritual;
un recipiente con agua limpia, para mitigar la sed de las ánimas; sal que
significa la purificación; tierra, la que debe estar presente en cualquier
forma y significa el cobijo definitivo; adornos de papel de china en colores
blanco y morado; flores naturales o de papel en colores amarillo, rojo y
blanco. Flores naturales rojas como tulipán, bandera, mano de león, etcétera
que significa el amor; flores blancas como gardenias, azucena. Copo de nieve,
blancas mariposas etcétera que simboliza el perdón; flores amarillas de
cempoal, símbolos de luz.
También son importantes los
objetos personales del o los difuntos; albahaca para ahuyentar los malos espíritus;
nueve velas de sebo, que representan a los nueve señores de la noche y a los
nueve misterios del Rosario; una vela para el ánima sola, para los que no tiene
quien rece por ellos; bases naturales para colocar las velas (naranjas o tallos
de mata de plátano), racimos de guayapul, yagual o canastos para colocar las
frutas o los granos de la ofrenda, una coronita con flores multicolores, en
honor de los niños difuntos; hachón de parafina que representa la luz perpetua;
un petate enrollado en el piso que representa la mortaja, cobijo, aposento,
descanso del pobre; una silla o cojín frente al altar; frutas, verduras, dulces
y bebidas de la región o del gusto del difunto, quien se cree ese día podrá
degustarlos.
La religión cristiana, con la
fuerza de la espada y la cruz, logró con el tiempo fusionar lo mágico indígena
con el ritual cristiano, haciendo que aquellos fingieran adorar las imágenes
extranjeras y tras de aquellos símbolos siguieran adorando a sus dioses.
La creencia de ambos en cuanto
a una vida posterior a la muerte consiguió que ambas culturas caminaran juntas,
por lo que hoy ritos prehispánicos y cristianos no afectan a la religión del
pueblo mexicano actual. Así pudimos ver, en los altares levantados por el día
de muertos, la cruz nazarena, las imágenes de santos europeos y los rezos
cristianos, aunados al olor de la flor de muertos y la albahaca, al racimo de
guayapul y la presencia de las nueve velas de cebo para iluminar a los nueve
señores de la noche que guardan apostados en los nueve senderos del Mictlán o
región de los muertos, pues la gloria, el purgatorio y el infierno no existían
en la creencia de nuestros ancestros.
En Tabasco el mes de noviembre
es llamado también Mes de las Ánimas, por el hecho de que a lo largo de sus
treinta días se organizan rezos familiares para rogar por el descanso eterno de
sus difuntos. Como era de rigor antiguamente repartir tamales a quienes
asistían a dichos rezos, el ingenio popular le llamó también a noviembre Mes de
los Tamales. ¡Les invito a escuchar parte de lo nuestro para el mundo!
Fuente.
Texto tomado
del libro: “Tabasco, la mejor tierra que el sol alumbra”. Edición del Gobierno
del Estado de Tabasco (1991).
Créditos del
audio
Guion: área creativa
del CECOM
Locución: Víctor
Jiménez
Realización:
Juan Manuel Pérez Guzmán para RADIO UJAT 107. 3 FM de la Universidad Juárez
Autónoma de Tabasco.
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